Lema Pastoral 24/25 «VEN, SÍGUEME»
Hoy en día vivimos en una sociedad que nos ofrece muchas llamadas. Estos reclamos, muchas veces, prometen dar sentido a nuestra vida y llenarla de felicidad, pero en el fondo sabemos o experimentamos que no es así, porque son reclamos que apelan a nuestro propio querer e interés [EE.EE 189] y que no nacen del Amor.
Y la llamada de Jesús nunca viene sola, inmediatamente se acompaña de una invitación clara y comprometedora: Sígueme. (Mt 19, 21) Requiere de nosotros una respuesta, ya que no solo consiste en conocerlo, en saber de su proyecto de vida, sino también descubrir que Jesús tiene una misión para nosotros. En palabras de Ignacio, esa misión supone conquistar con Él el mundo entero. ¿A quién hay que conquistar? Al enemigo de nuestra humanidad, todo aquello que destruye la dignidad de la persona, todo aquello que trata de contaminar y dilapidar la creación, todo aquello que nos aleja de la voluntad de Dios. Todo esto es muy concreto, son cosas definidas, son personas con nombres, apellidos e historias.
El campo de acción lo encontraremos en nuestro día a día, a lo largo del ancho mundo, especialmente en aquellos “lugares” que son fronteras. Algunas son muy cercanas: nuestros miedos, fracasos, limitaciones o prejuicios. Otras están algo más alejadas: la desigualdad, la violencia, la guerra, el hambre de justicia… Las armas no serán otras que el amor, la fe, la esperanza que el Espíritu de Dios, que habita en nosotros, vaya alentando en nuestro corazón. Con estas armas podemos ser instrumentos eficaces para la creación de un mundo más justo, para la construcción de una realidad más inclusiva en la que todos tengamos un lugar digno para vivir, de un mundo más equitativo sin discriminaciones por ninguna causa, más sostenible, y en el que todas las voces sean escuchadas. Todo esto se nos invita a vivirlo con Él y como Él, con fe en Dios y en el ser humano, con fe en la promesa de un mundo en el que el amor y la vida tienen la última palabra.
En conclusión, la propuesta para este curso trata de escuchar -una llamada y una invitación- para responder con generosidad a una misión que no realizamos solos. Ante el peligro de caer en el mero activismo voluntarista de corto recorrido, San Ignacio nos advierte de la necesidad de mirar y contemplar a Jesús para empaparse de su manera de hacer las cosas. Él será quien nos lleve hacia las fronteras; y con él podremos responder con sentido, compromiso y profundidad a una llamada que mira con misericordia y amor nuestra fragilidad y vulnerabilidad.